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lunes, 8 de diciembre de 2014

UNA COSA ES TOCAR; OTRA, HACER MUSICA - de Fernando Díez de Urdanivia

Fernando Díez de Urdanivia

(Fragmento del libro Mi Historia Secreta de la Música II de Fernando Díez de Urdanivia)

Sucedió hace veinte años, o algo por el estilo. Aquel día recibí una clase musical de Luis Herrera de la Fuente, que tantas lecciones de vida me ha dado.
Luis Herrera de la Fuente

Eran años de mis aventuras empresariales, algunas de tan oscura memoria. Con la Filarmónica de las Américas, en el Gimnasio Olímpico, la japonesa Mayumi Fujikawa tocaba el Concierto para Violín de Tchaikovski. La intérprete formaba trío con el violonchelista Richard Markson y nuestro Jorge Federico Osorio, pero además brillaba como solista. Herrera de la Fuente la había contratado a través mío.
Según costumbre, la obra en cuestión ocupaba la parte central del programa. De modo que en el intermedio, puesto que algunos amigos habían venido para llevarse a Mayumi, me propuse acompañar a Luis en su camerino, a sabiendas de que mi primer compromiso era callar boca y cuidar sueño.
Mayumi Fujikawa
Cuando Herrera volvió de su mínima siesta, producto de la envidiable facultad que algunos tienen para aprovechar cualquier instante de reposo, nos pusimos a platicar. Compartíamos nuestra admiración por el modo de tocar de la Fujikawa.
- ¿Que te pareció musicalmente?
Tragué saliva, y como buen empresario recordé el proverbio árabe que dice: "no hables mal de tu camello, porque no lo vendes." Luis pareció comprender mi silencio y dijo:
- ¡Vaya manera de comerse el violín! ¡Vaya forma de dar valor a cada nota y precisión a cada pasaje! Pero, ¿no se te hace que faltó algo de música?
Animado por la pregunta lancé una mía, de muy mala intención:
- ¿Nada más algo?
- Son los tiempos, Fernando. Estamos llenos de jóvenes intérpretes con capacidades prodigiosas para dominar la técnica, y con los maestros que les ayudan a lograrlo. Cada vez que tocan asombran pero no convencen. Son perfectos; pero a veces yo echo de menos algunas imperfecciones.
Mischa Elman
Por mi memoria desfilaron un montón de violinistas. De Mischa Elman a Isaac Stern y de Hubermann a Leonid Kogan. Herrera de la Fuente acababa de enseñarme algo tan importante como el hecho de que en música, como en cualquier arte, por encima del gusto subjetivo y más allá de las tendencias de época, existe un código no escrito para llegar al corazón y al intelecto con algo tan etéreo como el sonido, del que nada es posible entender y razonar. Un si bemol puede ser la nota que nos abraza y nos abrasa, o un sonido que no va más allá de nuestras orejas.
Los años transcurridos desde aquella inusitada cátedra, me han confirmado en la idea de que tocar no siempre es hacer música. Me aterroriza la actual reverencia de la técnica, para mí síntoma de que este mundo no está en manos de los artistas y los intelectuales.
María Callas
Algunos de los más grandes intérpretes de todos los tiempos no murieron de limpieza. No porque dejaran de bañarse, sino porque al tocar hacían cochinaditas. Rubinstein, Segovia, Casals. cometían de repente algún pecadillo que ni a Dios Padre ofendía. Todo conocedor acepta que la voz de María Callas no era perfecta, pero cuando cantaba, casi todas las demás sopranos tenían que ponerse de rodillas.
Años después, en medio de varias copas en su casa, un amigo ocasional me hizo una oferta maravillosa: que escucháramos el Segundo Concierto de Brahms en el espléndido equipo reproductor que tenía. Asentí entusiasmado. Conforme avanzaba la obra me invadía el desencanto. Ignoro si al final se percató de mi cara compungida, pero el caso es que soltó algo de este tamaño:
- Es la mejor grabación que hay.
- Perdóname, pero no estoy de acuerdo. Comencé a esgrimir mis mejores argumentos, a puntualizar pobres detalles de ejecución, a citar algunos de mis predilectos, entre ellos Rudolf Serkin y Alfred Brendel.
- Nada de eso me interesa, insistió. La grabación es un portento. ¿No te fijaste que sonido? ¿Cómo resalta el solista? ¿Como luce la orquesta?
- Sí, pero no es el mejor Brahms...
- Dirás lo que quieras, pero esta grabación es la más perfecta que existe.
De regreso a mi casa pensaba en Mayumi Fujikawa, en Herrera de la Fuente, en la audición perfecta y el ejecutante impecable. Y me
Enrique Bátiz
llené de horror al pensar que llegaríamos a lo que hemos llegado años más tarde. La proliferación de violinistas, pianistas, violonchelistas y demás intérpretes reverenciados por el público, para los que Enrique Bátiz tiene una definición demoledora: "tocan todas las notas."







Mayumi Fujikawa interpretando Tchaikovsky


Rudolf Serkin interpreta el 2do. Concierto para piano de Brahms


Pablo Casals interpretando a Bach

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