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jueves, 27 de noviembre de 2014

SOBRE LOS PRELUDIOS OP. 28 DE F. CHOPIN



Viaje de Chopin a Palma de Mallorca en 1838.

A continuación comparto algunos puntos interesantes sobre este viaje que se encuentran en la biografía de Chopin de Jesús Bal y Gay. La relevancia de este viaje radica en que fue en ese entonces cuando Chopin avanzó mas en la composición de los preludios. 
Chopin escribió sobre su estancia en Mallorca:
Estoy en Palma entre palmeras, cedros, cactus, olivos, naranjos, limoneros, áloes, higueras, granados. En fin, el cielo es de turquesa, el mar, de lapislázuli; las montañas, de esmeralda y el aire, como el del cielo. Sol todo el día. Todo el mundo va vestido como en verano, pues hace calor. Por la noche, durante horas se oyen cantares y el sonido de las guitarras. En resumen, ¡una vida admirable!
Chopin llega a Mallorca en bastante buena salud; con unos cuantos libros con música de Bach, etc. “Vivo mas”, le escribe a Fontana. “Estoy junto a lo más bello que hay en el mundo.” Unos cuantos días después de escribir esto cae enfermo: “me resfrié a pesar de los 18 grados de calor, las rosas, los naranjos, las palmeras y las higueras.” 
En Mallorca el clima es engañoso, se prolonga el buen clima, pero de pronto hace su aparición el invierno, con grandes lluvias y fuertes vientos. Las casas no estaban condicionadas para tales rigores. Aquel enfriamiento o “bronquitis aguda”, fue diagnosticado seguramente como tuberculosis. El resultado inmediato fue que aquella familia se convirtió de inmediato en el horror del lugar.
Unos días después irá a la Cartuja de Valldemosa. ”Me alojaré en un antiguo claustro, enorme y abandonado, del que Mend[izabal parece haber expulsado a los cartujos pensando en mi.” Sobre este lugar también dice: “claustro maravilloso situado en el pasaje más bello del mundo: tendré el mar, las montañas, palmeras, un viejo cementerio, una iglesia teutónica, las ruinas de una mezquita, olivos milenarios.”

Chopin tiene que utilizar durante gran parte de su estancia un piano “indígena” para componer. Chopin, primero en aquel no muy buen piano local y luego en el que Pleyel le envió, compuso mazurkas, algunos preludios, retocaba otros que había traído con el, la Balada en fa mayor, etc.
El ambiente de una cartuja deshabitada y en pleno invierno, llena de voces misteriosas fingidas por el viento y la lluvia, era propicio a las más descabelladas fantasías de aquellos románticos artistas. 
Comparto también algunas muy interesantes opiniones sobre los preludios de varios contemporaneos de Chopin.

George Sand:
Entonces hacía un esfuerzo para sonreír y nos tocaba cosas que acababa de componer, o mejor dicho, las ideas terribles o desgarradoras que acababan de apoderarse de él, como contra su voluntad, en una hora de soledad, de tristeza o de terror. En esos instantes ha compuesto las más hermosas de esas breves páginas que llamaba modestamente preludios. Son obras maestras. Varios de ellos traen al pensamiento visiones de monjes fallecidos y hacen escuchar los cantos fúnebres que lo asediaban. Otros son melancólicos y suaves: se le ocurrían en las horas de sol y salud, con el ruido de la risa de los niños bajo la ventana, el sonido lejano de las guitarras, el canto de las aves bajo el follaje húmedo, a la vista de las rositas pálidas abiertas sobre la nieve. Otros son de una tristeza lúgubre y al mismo tiempo que embelesan el oído, desgarran el corazón.

Franz Liszt:
Esta composición es de un orden en todo sentido distinto. No son, como puede dar a entender el título, piezas destinadas a ser ejecutadas a modo de introducción de otras piezas, sino preludios poéticos, análogos a los de un gran poeta contemporáneo (Lamartine), que acunan el alma en sueños dorados y la elevan hasta las regiones ideales. Admirables por su diversidad, el trabajo y el saber que contienen sólo resultan apreciables después de un examen escrupuloso. Todo es allí súbito, impulsivo, de aparición repentina. Tienen la libre y gran presencia que caracteriza las obras geniales.

Robert Schumann:
Debo señalarños como muy notables. Confieso que esperaba algo muy diferente, con mucho estilo, como sus estudios. Es casi lo contrario:son esbozos, comienzos de estudios o, si se quiere, ruinas, plumas de aguila locamente mezcladas. Pero en cada pieza encontramos su escritura refinada, perlada: es de Fryderyk Chopin, lo reconocemos incluso en las pausas y en su respiración ardiente. Es el alma poética más osada y altiva de hoy en día. El cuaderno contiene evidentemente trazos afiebrados y morbosos. Dejemos que cada cual busque lo que le conviene y encanta: sólo el filisteo no encontrará nada.