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sábado, 11 de junio de 2016

LA CONCENTRACION EN EL ESTUDIO DE LA MUSICA (PRIMERA PARTE) - OLGA SAMAROFF (1880-1948)


OLGA SAMAROFF

El tema de la concentración en el estudio de la música ha sido discutido tantas veces que podría parecer imposible decir algo al respecto que pudiera parecer novedoso. Y sin embargo la concentración es un asunto de tal trascendencia para cualquier estudiante, y en particular para los que estudian música, que hay pocos artistas que dudarían en ponerla como uno de los fundamentos de todo trabajo serio. Una concentración exitosa es un proceso mental que se obtiene sólo después de mucho esfuerzo intelectual. Desafortunadamente existe una tendencia entre algunos estudiantes norteamericanos de mirar cualquier cosa intelectual conectada a la música con cierto desdén. Ellos no dudan en criticar algunos grandes artistas de tal forma que uno inmediatamente se da cuenta que estos estudiantes piensan en “intelecto” como sinónimo de inferioridad. Uno se da cuenta de lo absurdo de esto cuando recuerda que cualquier trabajo musical de altura está basado en el desarrollo de los poderes intelectuales del individuo.
La preciosa chispa divina que el artista debe mantener brillando en su alto altar no debe ser opacada por una más elevada cultura mental. Pero el contenido emocional de la interpretación del artista no se verá disminuido porque él use su cerebro en todo momento durante su tiempo de estudio. Es verdad que muchas veces escuchamos música ejecutada con una especie de frialdad técnica que muchos atribuyen a una postura intelectual superior: la llama divina completamente extinta. [En esos casos] no podemos sino decir que la calidez de la emoción, el fervor del genio interpretativo, nunca existieron en el alma del ejecutante. Si existieran, ninguna cantidad del así llamado “esfuerzo intelectual” habría acabado con ellos. La pesadilla del “intelecto” ha desviado a muchos estudiantes descuidados quienes se han imaginado que por medio de algún misterioso proceso musical el éxito vendrá a ellos sin ningún trabajo mental especial. Yo estaría de hecho inclinada a decir que mientras que un “intérprete” intelectual puede carecer de la divina chispa, al intérprete con la divina chispa en el más alto sentido no puede faltarle el intelecto, sino al contrario es una de las más altas manifestaciones de las posibilidades de logro intelectual.
El ciego Tom
Tenemos hoy en día, así como ha habido en el pasado, artistas que han alcanzado una amplia popularidad por medio de cierta cualidad musical instintiva similar a la que uno encuentra con frecuencia en campesinos italianos e eslavos. Su música parece llegarles aparentemente sin estudio, como si trabajaran por completo a través del subconsciente. Tales músicos combinan cierta cantidad de fuego, amplitud de tono, y, por falta de un mejor término, “magnetismo.” Muchas veces este tipo de músico tiene éxito en hechizar a una audiencia, en particular una con poco criterio. Un ejecutante así fue el “Ciego Tom”, una anormalidad de la naturaleza. A mi parecer, sin embargo, estos ejecutantes no merecen ser seriamente considerados como artistas. El verdadero gran artista es aquel que no sólo posee todos los dones que el ejecutante natural puede tener, sino que también combina estos con una amplitud  intelectual conseguida a través de años de inteligente estudio y experiencia.

LOGRANDO UNA PRACTICA MIL VECES MAS VALIOSA
J. S. BACH
Por consiguiente el alumno debe de tener un gran respeto por todo trabajo intelectual que es demandado por el estudio de la música, maestría técnica, y todas esas facultades que permiten un entendimiento refinado de la música considerada en su más elevado aspecto. Y hay que repetir a aquellos que dudan en considerar los procesos intelectuales en su trabajo: si la flama de genio en el músico es tan débil que puede extinguirse a causa del desarrollo o uso de la materia gris, sería de cualquier forma poco capaz de producir resultados artísticos de consideración. De todos los procesos intelectuales ninguno es más útil al estudiante que la concentración – dirigir las capacidades mentales hacia un objetivo y mantenerlas sobre ese objetivo hasta que un propósito definido haya sido alcanzado. El alumno debería de siempre sujetarse a la convicción de que cualquiera que sea su talento natural este se mantendrá. La concentración en los detalles técnicos habrá de ampliar el valor del talento natural mil veces. Hay ahora sin duda cientos de estudiantes quienes están luchando sin esperanza debido a que no saben como concentrarse. ¿Por qué algunos estudiantes persisten en ser tan cortos de vista en este particular? La ejecución de Bach demanda una concentración en un muy alto grado. Y sin embargo yo tengo alumnos que vienen y me dicen, “si yo toco Bach no seré capaz de tocar a Chopin.” Uno podría también decir “si yo leo a Shakespeare no podré leer a Maeterlinck.” ¿Puede alguien imaginar algo más absurdo? Las cualidades que uno desarrolla al tocar a Bach son de incalculable beneficio para tocar a Chopin.

NO HAY REGLAS PATENTADAS PARA LA CONCENTRACION
Sobre la concentración el estudiante no debe imaginar que yo tengo en mente algunos métodos de mi propiedad. No existen patentes, ni reglas ni esquemas. Lo que se necesita es el sentido común de todos los días. El sentido común debería de enseñar al alumno promedio que si él puede tocar un pasaje una vez correctamente debería de ser capaz de tocarlo correctamente una y otra vez, si sólo puede reproducir el mismo nivel de concentración que le permitió tocar a la perfección la primera vez. Es decir, si la habilidad técnica y el entendimiento musical del alumno abarcan un pasaje una vez, es en gran parte una cuestión de control mental si él logra reproducir con éxito el pasaje sin las innecesarias repeticiones por las que tantos alumnos pasan antes de que parezcan tener resultados. Cada vez que el pasaje que uno ha seleccionado para trabajar falla en salir bien, después de que ya se tuvo éxito en tocarlo una vez de forma satisfactoria, entonces hay que pensar que uno no se está concentrando. Algunos jóvenes músicos desorientados parecen no darse cuenta de que para poder tener resultados uno debe de invariablemente preservar esa íntima conexión entre el cerebro y los dedos que significa concentración. Parece que ellos piensan que pueden estar soñando al piano y que sus desorientados dedos se cuidan a si mismos. Años de estudio son desperdiciados de esta manera y los oídos de los estudiantes, sin mencionar los de aquellos que son obligados a escuchar, son torturados por una práctica chapucera que nunca en el mundo puede llevar a un éxito real.
El primer error, como toda las primeras ofensas, es el principio del final a menos que el alumno tenga gran cuidado en evitar tal hábito. El cometer errores en la mayoría de los casos es un hábito que se puede evitar enteramente, y que muchas veces es resultado de no analizar en donde está el problema desde el comienzo. Si solamente el alumno aprendiera a detenerse  en el mismo instante en el que se comete el primer error, y se diera a si mismo una fuerte reprimenda por no concentrarse, tendría una mucho mejor oportunidad de un eventual éxito; en lugar de continuar ciegamente escondiendo sus errores bajo el más engañoso de los preceptos: “la práctica hace al maestro.” Sí es cierto que la práctica hace al maestro, pero sólo si es una práctica correcta basada en la concentración… No es falta de talento, ni falta de oportunidad, ni de atmosfera la que se interpone en el camino de muchos alumnos – es pura distracción. En los viejos tiempos los pastorcillos solían recorrer grandes distancias en el campo para obtener pequeños pedazos de algodón que quedaban colgando en los arbustos. Era una tarea con una magra ganancia que requería miles de pasos por muy poco algodón. De manera similar muchos alumnos corren por kilómetros de escalas, arpegios y ejercicios para obtener muy poco de ellos. El ejecutante exitoso no tiene tiempo para este estudio derrochador. El debe de obtener sus resultados con el menor número posible de notas desperdiciadas.

(Traducción Eliud Nevárez)