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sábado, 12 de diciembre de 2015

El Pianista Malcolm Frager: artista, maestro, pensador.

Entrevista a Malcolm Frager (1935-1991) realizada por Thor Eckert Jr. en Junio de 1986, y publicada en The Christian Science Monitor.


Malcolm Frager
Lenox, Mass. — “La música, para mi, es básicamente la expresión en sonido de una cosa que ha sido experimentada en la vida humana,” dice Malcolm Frager, el concertista. “ La cosa más importante en interpretación es señalar ese carácter particular, o combinación de caracteres, que está implícito en la música y concentrar todos nuestros esfuerzos en destacarlo y darle vida de tal manera que, cuando nuestro público lo escuche, responda instintivamente y de alguna manera sepa de que se trata la música. De otra manera la música puede ser algo muy aburrido.” Tal integridad no es de sorprender, viniendo de un hombre que ya daba recitales en su ciudad natal St. Louis a los seis años de edad, y cuyo grado académico en la Universidad de Columbia es en Ruso, y quien también habla otros seis idiomas.
Malcolm Frager toma su tiempo para pasear a un visitante en su granja localizada en la parte oeste de Massachusetts, un tranquilo refugio para su familia de los rigores de una agenda de conciertos muy activa (más de 100 al año) y de las presiones que corresponden a la carrera de uno de los más respetados pensadores entre los intérpretes de piano.
Pero incluso esta casa no está muy lejos de la música que es el centro de su vida. Se encuentra a una corta distancia de Tanglewood, la vasta propiedad que es el hogar de verano de la Orquesta Sinfónica de Boston. El viernes de esa semana Frager hará sonar las primeras notas de la temporada del Festival de Música de Tanglewood con la música para piano de Weber. El sábado él ejecutará el segundo concierto de Weber con Charles Dutoit dirigiendo, y después la música de Mozart y Bach bajo la dirección de Michael Tilson Thomas.
Frager hizo historia cuando se convirtió en el primero en ganar dos de los más demandantes concursos en el mundo: el Leventritt en Nueva York y el Reina Elisabeth de Bruselas Bélgica. En ese entonces (1959-60), las competencias no eran todavía una parte esencial en la carrera de cualquier concertista. Desde entonces él se ha convertido no solamente en un aclamado y respetado músico, sino también en un historiador musical. Ha ayudado a localizar manuscritos que se habían perdido. También ha ejecutado primeras versiones de varias obras populares para piano. Además es alguien que está siempre en demanda en todo el mundo como artista, maestro de clases magistrales, y juez en concursos.

Para Frager, la interpretación y la historia de la música van de la mano. Uno de los puntos culminantes de su carrera a la fecha fue cuando tuvo por primera vez en sus manos el manuscrito original del concierto en la menor op. 54 de Schumann. “Nadie lo había visto desde el siglo pasado,” dice. “Y descubrí que el primer movimiento originalmente había sido orquestado de forma mucho más sinfónica, con muchos aspectos de gran modernidad para ese tiempo.”
Frager prefiere volver a los manuscritos cuando está preparando sus conciertos de piano. Encuentra que esto lo acerca más al compositor al momento de la creación de las obras, ya que las ediciones publicadas en aquel tiempo con frecuencia tardaban varios años en ver la luz después de su estreno. Toda esta labor la considera como parte de su exploración de la probable intención del compositor, la cual realiza principalmente estudiando la partitura de primera mano, y ocasionalmente recordando pasadas interpretaciones a cargo de grandes artistas que él escuchó en vivo.
“Si uno recuerda una interpretación que realmente sobresale a través de los años probablemente uno no recuerda los sonidos específicos,” dice. “Pero uno recuerda el ambiente que fue creado, la hechura del fraseo, o la visión momentánea que se le hizo clara a uno en ese instante.”

Actualmente Frager tiene sentimientos encontrados sobre los tipos de competencias que le llevaron a su propio éxito. Como joven intérprete el cambió su residencia a Nueva York para estudiar con el gran Carl Friedburg, y a partir de allí, luchó para iniciar su carrera que lo llevó a esos dos concursos.
“En aquel entonces [la temporada ’59-60] yo no tenía conciertos, y necesitaba una forma para poder ser escuchado. Y pensé que [esas competencias] eran la respuesta. Lo que pienso hoy en día es que la idea de competencia es antiética a todo el propósito del arte.”
“Realmente nadie está compitiendo con otra persona. Solamente estamos aprendiendo de nosotros mismos. Competimos con nuestras propias anteriores interpretaciones todo el tiempo, pero nunca con otra persona.”

“No pienso que necesariamente un camino que por completo sea placentero sea de provecho para un artista. Para serte honesto cuando era niño pensaba que ese sería el caso siempre. Lo cual en ocasiones puede provocar un brusco despertar. A veces el darse cuenta de la realidad puede darse durante un periodo largo de tiempo, y entonces uno se da cuenta de que así no van a ser las cosas para siempre – y que uno tiene que madurar; que uno debe darse cuenta de quien es uno en realidad y no estar siempre en las nubes; que uno debe de enfrentar los desafíos; que tienes que luchar; que realmente tienes que esforzarte para llegar más allá de la superficie de las cosas. Y uno no puede esconderse de sí mismo.”
“Dicen que todo artista quiere ser apreciado por todo el mundo al mismo tiempo. Pero yo pienso que si dejas de querer lo imposible, si dejas de desear ser el rey del universo, y tal vez no te tomas demasiado en serio, no perderás tu amor por la música y el gozo de hacer música.”

Frager tiene muchos intereses que alimentan su musicalidad. El es un lector voraz (en todos sus siete idiomas), y disfruta ponerse metas como leer las obras completas de Hardy o de Dostoievski. También le gusta leer a primera vista música que no está en su repertorio. De esa forma aprende sobre los compositores. “Ellos fueron grandes maestros pero también fueron seres humanos.”
“Debiéramos de poder trabajar con ellos como si fueran nuestros colegas, como si estuvieran aquí con nosotros: ¿Qué era lo que Mozart intentaba expresar cuando escribió alguna frase en particular? ¿Por qué hizo tal cosa? Aplica toda tu imaginación y conocimiento para abordar cada cuestión o problema particular hasta que alcances el punto en el que digas: ‘¡Ah sí!, debe de ser esto.’”

¿Tiene Malcolm Frager una meta como artista?
“Mi meta es ser el mismo en el escenario que el que soy fuera de él. Quiero alcanzar el punto en el que pueda mirar a todos en un mismo plano, sentir que toda persona que conozca es única e importante para el resto de la humanidad, y no sentir que yo soy más importante que los demás.”


 Traducción: Eliud Nevárez A.




Haydn: Sonata en Si menor no. 32



Scarlatti: tres Sonatas



Chopin: Polonesa en La bemol mayor op. 53, "Heróica"

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Lucas, sus pianistas - de Julio Cortazar


Julio Cortazar
Larga es la lista como largo el teclado, blancas y negras, marfil y caoba; vida de tonos y semitonos, de pedales fuertes y sordinas. Como el gato sobre el teclado, cursi delicia de los años treinta, el recuerdo apoya un poco al azar y la música salta de aquí y de allá, ayeres remotos y hoyes de esta mañana (tan cierto porque Lucas escribe mientras un pianista toca para él desde un disco que rechina y burbujea como si le costara vencer cuarenta años, saltar al aire aún no nacido el día en que grabó Blues in Thirds).

Larga es la lista, Jelly Roll Morton y Wilhelm Backhaus, Monique Hass y Artur Rubinstein, Bud Powell y Dinu Lipatti.
Dinu Lipatti
Las desmesuradas manos de Alexander Brailovsky, las pequeñitas de Clara Haskil, esa manera de escucharse a sí misma de Margarita Fernández, la espléndida irrupción de Friedrich Gulda en los hábitos porteños del cuarenta, Walter Gieseking, Georges Arvanitas, el ignorado pianista de un bar de Kampala, don Sebastián Piana y sus milongas, Maurizio Pollini y Marian McPartland, entre olvidos no perdonables y razones para cerrar una nomenclatura que acabaría en cansancio, Schnabel, Ingrid Haebler, las noches de Solomon, el bar de Ronnie Scott, en Londres, donde alguien que volvía al piano estuvo a punto de volcar un vaso de cerveza en el pelo de la mujer de Lucas, y ese alguien era Thelonious, Thelonious Sphere, Thelonious Sphere Monk.
A la hora de su muerte, si hay tiempo y lucidez, Lucas pedirá escuchar dos cosas, el ultimo quinteto de Mozart y un cierto solo de piano sobre el tema I ain’t got nobody. Si siente que el tiempo no alcanza, pedirá solamente el disco de piano. Larga es la lista, pero él ya ha elegido. Desde el fondo del tiempo, Earl Hines lo acompañará.


Earl Hines: Blues in Thirds