La tos de una señora
alemana[1]
Julio Cortazar |
La mentalidad científica quiere que todo tenga explicación,
incluso lo maravilloso. Qué le vamos a hacer, tal vez sea así; pero entonces,
apenas se acepta resignadamente esta supuesta conquista total de la realidad,
lo maravilloso vuelve desde pequeñas cosas, lo insólito resbala como una gota
de agua a lo largo de una copa de cristal, y quienes merecen el comercio con
esas mínimas presencias olvidan la sapiencia y la conciencia para pasarse a
otro lado y hacer cosas como por ejemplo escuchar la tos de una señora alemana.
En 1947, poco después del fin de la guerra, Wilhelm Furtwängler
dirigió un concierto entre las ruinas de una Alemania derrotada, que la mayoría
de sus vencedores empezaba a rehabilitar al Oeste después de haberla repudiado
el Este. También Furtwängler había sido
repudiado en un principio por su
condescendencia frente a la me(ga)lomanía de Adolfo Hitler, tras de lo cual
parecía de buen tono rehabilitarlo; así terminan muchas guerras, lo cual
explica que un tiempo después vuelvan a desatarse, pero no es de eso que vamos
a hablar sino del concierto en el que Yehudi Menuhin, invitado por las fuerzas
de ocupación, tocó esa noche el Concierto
en Re de Beethoven que el ilustre Furtwängler sacaba una vez más de su
jaula para mostrar lo que era capaz de hacer con ese imperecedero leopardo de
la música. La Rias (sigla de la radio alemana) difundió el concierto y además
lo grabó con los medios técnicos disponibles en ese momento, que no eran
muchos. La grabación (¿disco, alambre, cinta magnetofónica?) quedó en los
archivos hasta que el otro día, más de treinta años después, fue prestada a la
radio francesa que la prestó a su vez a mi receptor sintonizado en France-Musique. Un argentino en París
escuchó así a una orquesta alemana y a un violinista judío que tocaban bajo la
batuta de un muerto; todo eso, que hubiera sido perfectamente incomprensible
hace menos de un siglo, formaba y forma parte de lo ordinario, de lo que la
ciencia explica a los niños en las escuelas; todo eso era cotidiano,
simplemente apretar unos botones e instalarse en un sillón.
Wilhelm Furtwangler |
Yehudi Menuhin |
Durante más de treinta años esa pequeña tos anónima había
dormido en los archivos de la radio; ahora reiteraba su diminuto fantasma en
millares de oídos que escuchaban un concierto en otro tiempo y otro espacio.
Imposible saber quién tosió así aquella noche; ninguna ciencia, ningún
caballero Dupin podría rastrear su origen. Sin la menor importancia, sin la más
pequeña significación, esa tos se repitió multiplicada por infinitos altavoces
para recaer instantáneamente en la nada; pero alguien que acaso nació para
medir cosas así con más fuerza que las grandes y duraderas cosas, oyó esa tos y
algo supo en él que lo maravilloso no había muerto, que bastaba vivir
porosamente abierto a todo lo que habita y alienta entre lo concreto y lo
definible para resbalar a otro lado donde de pronto, en la enorme masa
catedralicia de un concierto beethoveniano, la breve tos de una señora alemana
era un puente y un signo y una llamada. ¿Quién fue esa mujer, dónde se sentó
esa noche, está aún viva en alguna parte del mundo? ¿Por qué esa tos hace nacer
estas líneas en otro tiempo, bajo otro cielo? ¿Hasta cuándo vamos a seguir
creyendo que lo maravilloso no es más que uno de los juegos de la ilusión?
(1979)
[1] Proa, Buenos Aires, tercera época, no. 13,
septiembre-octubre de 1994.
Beethoven: Concierto en Re mayor para violín y orquesta
Yehudi Menuhin violinista, con la Orquesta Filarmónica de Berlín
bajo la dirección de Wilhelm Furtwangler. (grabación de 1947).
Julio Cortazar da lectura a su relato:
"La tos de una señora alemana"
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