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sábado, 13 de octubre de 2012

Del libro de Fernando Savater: "Etica para Amador"


Algunas ideas de Savater del libro que escribió para su hijo
Fernando Savater


·     No somos libres de elegir lo que nos pasa… sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo.
·      Cuanta más capacidad de acción tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad.
·      Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario.
·     Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, la mayoría [de la gente] tiene mucha más conciencia de lo que limita su libertad que de la libertad misma. En el fondo piensan: «¡Uf! ¡Menudo peso nos hemos quitado de encima! Como no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de lo que nos ocurra ... ».
·     De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética.
·   «Tanto la virtud como el vicio están en nuestro poder… si está en nuestro poder el obrar cuando es bello, lo estará también cuando es vergonzoso, y si está en nuestro poder el no obrar cuando es bello, lo estará, asimismo, para no obrar cuando es vergonzoso» (Aristóteles, Ética para Nicómaco).
·    «No hemos de preocupamos de vivir largos años, sino de vivirlos satisfactoriamente; porque vivir largo tiempo depende del destino, vivir satisfactoriamente de tu alma. La vida es larga si es plena; y se hace plena cuando el alma ha recuperado la posesión de su bien propio y ha transferido a sí el dominio de sí misma» (Séneca, Cartas a Lucilio).
·      Libertad es decidir, pero también, no lo olvides, darte cuenta de que estás decidiendo.
·      Pero nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho… si queremos aprender en serio cómo emplear bien la libertad que tenemos (y en este aprendizaje consiste precisamente la «moral» o «ética» de la que estarnos hablando aquí), más vale dejarse de órdenes, costumbres y caprichos.
·   La ética bien entendida no está escrita más que esa misma consigna: haz lo que quieras.
·   “Y era razonable, porque las gentes libres, bien nacidas y bien educadas, cuando tratan con personas honradas, sienten por naturaleza el instinto y estímulo de huir del vicio y acogerse a la virtud. Y es a esto a lo que llaman honor.”
“Pero cuando las mismas gentes se ven refrenadas Y constreñidas, tienden a rebelarse y romper el yugo que las abruma. Pues todos nos inclinamos siempre a buscar lo prohibido y a codiciar lo que se nos niega» François Rebelais, Gargantúa y Pantagruel.
·     No le preguntes a nadie qué es lo que debes hacer con tu vida: pregúntatelo a ti mismo.
·      No somos libres de no ser libres, que no tenemos más remedio que serlo.
·      La ética no es más que el intento racional de averiguar cómo vivir mejor. Si merece la pena interesarse por la ética es porque nos gusta la buena vida.
·      Muy pocas cosas conservan su gracia en la soledad; y si la soledad es completa y definitiva, todas las cosas se amargan irremediablemente. La buena vida humana es buena vida entre seres humanos o de lo contrario puede que sea vida, pero no será ni buena ni humana.
·      No hay humanidad sin aprendizaje cultural y para empezar sin la base de toda cultura (y fundamento por tanto de nuestra humanidad): el lenguaje.
·      Para que los demás puedan hacerme humano, tengo yo que hacerles humanos a ellos… Por eso darse la buena vida no puede ser algo muy distinto a fin de cuentas de dar la buena vida.
·      La vida, en cambio, es siempre complejidad y casi siempre complicaciones.
·      La verdad es que las cosas que tenemos nos tienen ellas también a nosotros en contrapartida: lo que poseemos nos posee.
·      Como no somos puras cosas, necesitamos «cosas» que las cosas no tienen.
·      Al no convertir a los otros en cosas defendemos por lo menos nuestro derecho a no ser cosas para los otros.
·      Ante todo, nada de contentarse con ser tenido por bueno, con quedar bien ante los demás, con que nos den aprobado.
·      Así de nuestra misma deficiencia nace nuestra frágil dicha.
Rousseau
·      Yo no concibo que quien no tiene necesidad de nada pueda amar algo: y no concibo que quien no ame nada pueda ser feliz» (Jean‑Jacques Rousseau, Emilio).
·      Lo contrario de ser moralmente imbécil es tener conciencia.
·      ¿Por qué está mal lo que llamamos «malo»? Porque no le deja a uno vivir la buena vida que queremos. ¿Resulta pues que hay que evitar el mal por una especie de egoísmo? Ni más ni menos.
·      Lo serio de la libertad es que cada acto libre que hago limita mis posibilidades al elegir y realizar una de ellas.
·      Lo que llamamos «remordi­miento» no es más que el descontento que sentimos con nosotros mismos cuando hemos empleado mal la libertad, es decir, cuando la hemos utilizado en contradicción con lo que de veras queremos como seres humanos.
·      Todos los que quieren dimitir de su responsabilidad creen en lo irresistible, aquello que avasalla sin remedio, sea propaganda, droga, apetito, soborno, amenaza, forma de ser... lo que salte.
·      A nadie se le regala la buena vida humana ni nadie consigue lo conveniente para él sin coraje y sin esfuerzo: por eso virtud deriva etimológicamente de vir, la fuerza viril del guerrero que se impone en el combate contra la mayoría.
·      El tipo responsable es consciente de lo real de su libertad. Y empleo «real» en el doble sentido de «auténtico» o «verdadero» pero también de «propio de un rey»: el que toma decisiones sin que nadie por encima suyo le dé órdenes. Responsabilidad es saber que cada uno de mis actos me va construyendo, me va definiendo, me va inventando. Al elegir lo que quiero hacer voy transformándome poco a poco. Todas mis decisiones dejan huella en mí mismo antes de dejarla en el mundo que me rodea… lo ideal es ir cogiendo el vicio... de vivir bien.
Erich Fromm
·      Todo lo que hagas a otros te lo haces también a ti mismo »(Erich Fromm, Ética y psicoanálisis).
·      Para Marco Aurelio, lo más importante respecto a los hombres no es si su conducta me parece conveniente o no, sino que ‑en cuanto humanos‑ me convienen y eso nunca debo olvidarlo al tratar con ellos. Por malos que sean, su humanidad coincide con la mía y la refuerza. Sin ellos, yo podría quizá vivir pero no vivir humanamente.
·      Ya que el vínculo de respeto y amistad con los otros humanos es lo más precioso del mundo para mí, que también lo soy.
·      Quien «ha llegado» a ser algo detestable, como sigue siendo humano aún puede volver a transformarse de nuevo en lo más conveniente para nosotros.
·      La mayor parte de nuestro comportamiento y de nuestros gustos la copiamos de los demás. Por eso somos tan educables y vamos aprendiendo sin cesar los logros que conquistaron otras personas en tiempos pasados o latitudes remotas. En todo lo que llamamos «civilización», «cultura», etc., hay un poco de invención y muchísimo de imitación.
·      «Soy humano ‑dijo un antiguo poeta latino‑ y nada de lo que es humano puede parecerme ajeno.»
·      «Interés»: viene del la­tín inter esse, lo que está entre varios, lo que pone en relación a varios.
·      El único interés absoluto: el inte­rés de ser humano entre los humanos, de dar y recibir el trato de humanidad sin el que no puede haber «buena vida».
·      Sentir simpatía por el otro (o si prefieres compasión, pues ambas voces tienen etimologías semejantes, la una deri­vando del griego y la otra del latín), es decir ser capaz de experimentar en cierta manera al unísono con el otro, no dejarle del todo solo ni en su pensar ni en su querer.
·      Quien vive bien debe ser capaz de una justicia simpática, o de una compasión justa.
Bertrand Russell
·      La vida del hombre es una larga marcha a través de la noche… ¡Ojalá nos corresponda derramar luz solar en su senda, iluminar sus penas con el bálsamo de la simpatía, darles la pura alegría de un afecto que nunca se cansa, fortalecer su ánimo desfalleciente, inspirarles fe en horas de desesperanza» (Bertrand Russell, Misticismo y lógica).
«…es esencialmente "humano" ‑y ninguna virtud es tan propia del hombre como ésta‑ suavizar lo más posible las penas de los otros, hacer desaparecer la tristeza, devolver la alegría de vivir, es decir: el placer» (Tomás Moro, Utopía).

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