Gabriel Pierné |
En la clase de piano de Marmontel él solía asombrarnos con su osada forma de tocar. No sé si era a causa de una torpeza natural o por cautela, pero literalmente atacaba el piano y forzaba todos sus efectos. Parecía estar enojado con el instrumento, corriendo hacia arriba y abajo con gestos impulsivos y respirando ruidosamente en las partes difíciles. Estas fallas desaparecieron gradualmente y en ocasiones obtenía efectos de una suavidad sorprendente. Con todas sus fallas y virtudes, su manera de tocar siguió caracterizándose por una gran individualidad.
Aunque era pobre, y de los orígenes más humildes, tenía gustos aristocráticos en todo. Tenía una predilección especial por objetos minúsculos y por cosas que eran frágiles y delicadas.
PAUL VIDAL
Conocí a Aquiles Debussy en octubre de 1878 en la clase de piano de Marmontel.
Inmediatamente me llamó la atención su singular apariencia, sus llameantes ojos y la feroz
y concentrada expresión de su rostro; había algo de salvaje en él.
Durante los años previos a sus viajes a Rusia y a Viena en 1881 y 1882, que le revelaron
nuevos horizontes, los gustos de Debussy se formaron en gran medida por el repertorio de
la clase de Marmontel. Había un considerable énfasis en la música de Chopin y Schumann,
por quien Debussy tenía un afecto especial, y también se tocaba mucha música de Heller y
de Alkan. Además de estos compositores, Debussy profesaba una admiración por Berlioz y
en particular por Lalo... era un ferviente partidario de Samson et Dalila de Saint-Saens y
disfrutaba otra música teatral de Delibes, Guiraud e incluso Pessard.
Pretendía odiar a Beethoven, pero cuando estuvimos juntos en Roma observé dos veces su
entusiasmo por el maestro Alemán, a interpretaciones del quinto concierto para piano y de
la segunda sinfonía.
RAYMOND BONHEUR
Como muchas veces pasa con gente que no está satisfecha con clichés y piensa por sí misma,
su manera de hablar era vacilante y por lo general se expresaba con una voz ligeramente
balbuceante, en frases cortas e incompletas, a veces en monosílabos, mientras trataba de
encontrar una palabra lo suficientemente flexible como para expresar el matiz de alguna
impresión o punto de vista.
Nacido pobre, él llego a la vida con los gustos, necesidades y con la actitud despreocupada
de un gran señor; nada lo molestaba más que ser tomado por un hombre profesional, y la
sola frase le llenaba de un horror secreto (... en la boda de uno de nuestros amigos...
Debussy se registró de la forma habitual firmando; entonces, al tener que decir cuál era su
profesión, lo pensó por un momento antes de escribir solemnemente ‘jardinero’).
Es bien sabido que incomparable intérprete era de sus propias obras, proveyendo no sólo
la ilusión de una orquesta, sino una impresión extraordinaria de vida y movimiento. Su hueca voz era rica en énfasis y expresión, y aquellos que no lo escucharon en la terrible escena del pelo en el cuarto acto de Pelleas no pueden tener idea de su real poder trágico. Pero era sobretodo cuando tocaba de un bosquejo aún incompleto, con la fiebre de la improvisación todavía presente en él, cuando era realmente prodigioso. - "Cómo envidio a los pintores", solía decir, "quienes pueden darle cuerpo a sus sueños en la frescura de un bosquejo."
Apartamento en la calle Gustave Doré |
Cuando pienso en Pelleas, me gusta recordar los varios episodios no en el empolvado escenario de la Ópera Cómica, sino en la encantadora atmósfera de su apartamento en la calle Gustave Doré donde los vi nacer y transformarse uno tras otro. Era por lo general los sábados por la tarde cuando subía los cuatro pisos y que estaba casi seguro de encontrar ahí algún rostro familiar... Debussy comenzaría preparando té con cuidado minucioso, y entonces, entre alguna broma y algún chisme, soltaría a veces algún comentario breve y penetrante sobre el trabajo artístico en el que estaba trabajando - pero sin dogmatismo, puesto que no tenía inclinaciones hacia el tono solemne y profesorial. Este trabajo era uno libre de todo formalismo o de complejas construcciones vacías, un trabajo hecho de un sacrificio constante, en el que todo estaba subordinado a una resuelta búsqueda de expresividad.
Richard Wagner |
Fue sólo cuando tuvo la oportunidad de estudiar sus obras en las clases de piano que él tuvo contacto con los grandes Románticos quienes fueron sus iniciadores reales en la música: Schumann, Liszt y Chopin - y particularmente Chopin quien dejo una huella imborrable en él. Como muchos otros, tiene que decirse, no pudo escapar de la fiebre Wagneriana, y Tristan, la partitura que siempre mantenía junto a él, y que lo llenaba de una agitación de la sólo el tiempo lo curó.
Un viaje a Rusia fue particularmente importante porque parece haber sido el comienzo de una nueva dirección en su composición. Pero la única música que trajo con él fue una partitura de una vieja ópera de Rimsky-Korsakov y algunas canciones de Borodin. Fue sólo hasta 1893 en Luzancy, dónde Chausson fue tan amable en ofrecernos su hospitalidad, que Mussorgsky nos fue revelado. Ardíamos en deseos de conocer Boris, pero era casi imposible obtener la partitura. Sin embargo, Chausson la pudo conseguir y en sesiones de varias horas, por noches enteras, Debussy se sentaría al piano, iniciándonos en esta asombrosa obra.
Después de esperar en vano, nos íbamos a retirar ya del sucio salón de clases,... cuando la puerta se medio abrió, permitiendo que se asomara una despeinada cabeza que inspeccionó los alrededores... Su propietario apareció por completo: "Mis queridos huérfanos," dijo, "en la ausencia de sus padres, ¡yo habré de proveerles alimento!" Y se sentó al piano.
BIBLIOGRAFÍA
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