(Fragmento de un artículo aparecido en la revista Clavier en septiembre de 1992)
Rebecca Penneys |
Cuando era niña, pasaba horas bailando alrededor de la casa con distintas clases de música. Afortunadamente mis padres amaban la música y alentaban esta rutina. A los tres años podía tocar el piano de oído y poco después empecé a tomar clases de piano y de ballet. Amaba la música, e incluso pensaba que yo era música.
Pronto comencé a sentir los primeros síntomas de problemas físicos en el piano. Sentarme al piano se sentía estar aprisionada, y parecía restringir mi expresión natural, mientras que la danza la sentía liberadora y emocionante. En la danza me sentía una con la música, con mi cuerpo balanceado; y en el piano me sentía desconectada de la emoción de la música.
Mi familia me alentó a seguir una carrera como pianista, y a los 17 años ya daba conciertos; sin embargo ya estaba teniendo problemas de fatiga y tensión con las obras más grandes. Gradualmente me di cuenta de que para sentirme cómoda como ejecutante significaba que necesitaba combinar las dos disciplinas de mi niñez, de manera que pudiera encontrar una manera de danzar en el piano. Como estudiante, intérprete y maestra he obtenido conocimiento de cómo el cuerpo funciona en la danza y lo he aplicado al piano, buscando una manera sin esfuerzo de traducir la emoción musical en movimiento físico en el instrumento.
Pronto comencé a sentir los primeros síntomas de problemas físicos en el piano. Sentarme al piano se sentía estar aprisionada, y parecía restringir mi expresión natural, mientras que la danza la sentía liberadora y emocionante. En la danza me sentía una con la música, con mi cuerpo balanceado; y en el piano me sentía desconectada de la emoción de la música.
Mi familia me alentó a seguir una carrera como pianista, y a los 17 años ya daba conciertos; sin embargo ya estaba teniendo problemas de fatiga y tensión con las obras más grandes. Gradualmente me di cuenta de que para sentirme cómoda como ejecutante significaba que necesitaba combinar las dos disciplinas de mi niñez, de manera que pudiera encontrar una manera de danzar en el piano. Como estudiante, intérprete y maestra he obtenido conocimiento de cómo el cuerpo funciona en la danza y lo he aplicado al piano, buscando una manera sin esfuerzo de traducir la emoción musical en movimiento físico en el instrumento.
El
mecanismo del Piano
Con frecuencia escucho a los alumnos quejarse de
que no pueden lograr en el piano lo que quieren hacer, una queja que por lo
general indica que no entienden adecuadamente el mecanismo del instrumento...
el pianista que puede sentir la tecla moviéndose suavemente en ambas
direcciones tiene un control máximo de la acción.
Debido
a la acción tan ligera de una tecla común, la acción que se requiere del dedo
para tocar el instrumento es muy pequeña. Y el movimiento que se requiere es
aun menor a una mayor velocidad. Nadie necesita músculos adicionales en los
dedos para tocar el piano... los ejercicios para los dedos no son musicales, y
practicarlos sin fin equivale a pelearse contra lo que la acción hace
naturalmente por el pianista.
El
mecanismo de escape permite que la tecla regrese arriba por sí sola, el piano también
incluye un elemento que los pianistas llaman repetición y los fabricantes
“después del toque”; el dedo siente esto como un bache en la acción al ir presionando la tecla
lentamente. Debido a esta característica la tecla no necesita llegar hasta
arriba antes de que la nota pueda repetirse, de manera que notas repetidas
pueden fácilmente tocarse moviéndose entre el bache y el fondo de la tecla. La
eficiencia de la repetición y del escape permite que el piano moderno responda
bien a la transferencia del peso en la forma de un sube y baja que va desde el
brazo hasta la punta del dedo. Sin embargo esta transferencia de peso es mucho
menos eficiente si la mano está tensa o
no es flexible.
De la
misma forma que el instrumento moderno mismo, el repertorio de movimientos
físicos para tocar el piano surgió en el siglo 19, empezando principalmente con
Beethoven. Octavas, acordes repetidos, trinos, trémolos, movimientos rápidos
arriba y abajo en el teclado, y otros desafíos técnicos son parte del lenguaje
de la literatura pianística de los siglos 19 y 20 y forman la base de una
técnica pianística eficiente, técnica que involucra todo el cuerpo. Sin
embargo, para la mayoría de los estudiantes jóvenes, el repertorio de las
primeras clases consiste de música que solamente requieren la utilización de
los dedos y el antebrazo; esto incluye muchas piezas barrocas y clásicas escritas
para el clavicémbalo, el clavicordio o el fortepiano, instrumentos que difieren
mucho del piano en su construcción y en los requerimientos físicos. No conozco
pianistas que hayan desarrollado alguna molestia seria o alguna condición
física por tocar solamente música barroca o clásica. En esencia los estudiantes
de piano aprenden a tocar otros instrumentos de teclado en el piano, y entonces
se enfrentan con problemas cuando tratan de aplicar la técnica apropiada para
el clavicémbalo, clavicordio o fortepiano al repertorio del siglo 19. Cuando se
le exige a pequeños y limitados grupos de músculos hacer lo imposible,
eventualmente es inevitable no lastimarse.
Muchos
estudiantes al parecer confunden el mecanismo del piano con el de esos
instrumentos más antiguos. Por ejemplo, tienden a presionar pesadamente la
tecla para mantener el sonido, cuando el mínimo peso del brazo sería
suficiente, y aun cuando solamente el pedal derecho puede extender el sonido. Al
comienzo de la sonata Waldstein op. 53 de Beethoven ellos no pueden tocar los
acordes repetidos rápidamente porque aplican demasiada presión sin permitir que
las teclas suban por sí mismas. Por sí sola, una tecla sube con bastante
rapidez; presione una tecla con un lápiz y vea por sí mismo.
La
música para instrumentos de teclado de los siglos 17 y 18 requiere muy poco
movimiento horizontal y solamente de manera ocasional; las figuras musicales
tienden a ser del tamaño de la mano o más pequeñas, por lo general menos de una
octava. El piano, un instrumento que es dos o tres octavas más amplio que sus
predecesores, requiere mayor movimiento horizontal, el cual necesariamente
involucra todo el brazo. Al abrir y cerrar el brazo de manera que la mano se pueda
deslizar junto a las puntas de las teclas blancas con los nudillos paralelos al
teclado, un pianista mantiene la misma posición de la mano para cada tecla. Al
cambiar el nivel de la muñeca o al mover el brazo hacia arriba y abajo se
cambia la cantidad de peso que se ejerce sobre la tecla. Al abrir los brazos
desde el hombro se preserva la relación horizontal entre la punta del dedo y el
teclado.
Se
dice que Liszt les dijo a sus estudiantes que la mano empieza desde el hombro,
una maravillosa imagen aun cuando la anécdota fuera apócrifa. Aun cuando un
dedo es la conexión entre el pianista y el piano, éste constituye el final y no
el comienzo del movimiento que involucra el resto del cuerpo. Un pianista
tocando forte utiliza los músculos de los brazos, la espalda y las piernas; y
al tocar fff se añade el peso del
cuerpo y los músculos del torso. La vasta mayoría de las gradaciones o matices
en el sonido del piano dependen de una eficiente operación del brazo apoyada
por la espalda y los miembros inferiores, y las capacidades de expresión de un
pianista se fundamentan en su conocimiento preciso de estas operaciones
físicas. Al igual que la danza, tocar el piano combina movimientos del cuerpo
entero para expresar las emociones de la música.
El Mecanismo Físico del Intérprete
La
mayoría de mis estudiantes ya han recibido un entrenamiento extenso y sin
embargo se sienten incómodos y tensos en el piano. Al aprender a concentrarse tan
arduamente en el aspecto intelectual, han descuidado muchos otros aspectos que
conlleva el tocar el piano. Comúnmente ellos remplazan una respiración normal
por periodos largos manteniendo la respiración o por inhalaciones superficiales
y espasmódicas.
Pedirle
a un estudiante que cante las frases que está tocando le enseña la importancia
de la respiración. Cuando cantamos o hablamos, nos movemos naturalmente en
armonía con lo que estamos cantando o diciendo, automáticamente comunicándonos
física y emocionalmente. Respirar profundamente, como se hace al dormir o en
otro estado de relajación, ayuda a deshacer las posturas de estatua y las
posiciones extrañas y rígidas que muchos estudiantes erróneamente adoptan al
tocar un instrumento. En la vida estamos en continuo movimiento, en nuestros
pensamientos y sentimientos y, aunque de manera sutil, en sus manifestaciones
externas; los efectos de gravedad y los principios de física y fisiología
también están siempre operando. La música es una forma de arte que existe en el
tiempo, y tocar requiere movimiento continuo. Un músico se siente mejor cuando al igual que en la danza los movimientos del cuerpo y la respiración resuenan con los ritmos de la música.
Cualquier postura que no sea natural o rigidez exagerada llevan a problemas físicos en el piano. Lo mismo aplica a la presión del dedo; presionar fuertemente no resulta en sentir más sino en sentir mal. Menos energía física y por lo tanto menos expresión emocional puede pasar a través de una articulación que está inmóvil.
Cualquier postura que no sea natural o rigidez exagerada llevan a problemas físicos en el piano. Lo mismo aplica a la presión del dedo; presionar fuertemente no resulta en sentir más sino en sentir mal. Menos energía física y por lo tanto menos expresión emocional puede pasar a través de una articulación que está inmóvil.
Rebecca Penneys en recital