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miércoles, 6 de julio de 2016

LA CONCENTRACION EN EL ESTUDIO DE LA MUSICA (SEGUNDA PARTE) - OLGA SAMAROFF (1880-1948)

EL PODER DE CONCENTRACION DE UN FAMOSO ACTOR
Ernest Coquelin
Sin embargo, lo anterior no significa que las repeticiones numerosas sean indeseables o innecesarias. Recuerdo una historia que me dijo un viejo amigo, Ernest Coquelin, el famoso actor Francés, la cual ilustra cómo un gran artista, aunque de otra rama del arte de la interpretación, entiende la importancia que tiene la concentración en los detalles. En la obra "Thermidor", en la que Coquelin ofreció una maravillosa interpretación, había un pequeño pasaje en el que él debía pararse y caminar alrededor de una silla. Y mientras que hacía esto tenía que expresar la inminente sensación de estar en gran peligro. Coquelin me dijo que para poder tener el dominio de la técnica que lo llevara a tener un efecto teatral impresionante, que la audiencia pudiera percibir y comprender, él había practicado ese pequeño pasaje unas doscientas veces. Con cada repetición se fue concentrando y abstrayendo cada vez más de tal forma que se olvidó de todo lo demás. No sólamente se le olvidaron varios importantes compromisos que tenía, sino que también olvidó que debía tomar el tren que lo llevaría al sur de Francia, donde tenía varios compromisos, perdiendo así una oportunidad de aprovechar un lucrativo trabajo. Sobra decir que todos los que vieron su interpretación estuvieron impresionados especialmente por ese pasaje.
Para el artista que ya ha ganado un completo control de sí mismo y de su técnica existe algo como un subconsciente que es gobernado o dirigido por la mente, el cual le da seguridad y una especie de libertad técnica, y que le permite a su imaginación tocar de la forma más libre posible. Pero este subconsciente que gobierna nuestro trabajo se alcanza sólo con un control técnico total que es resultado de años y años de hábitos correctos de estudio al teclado. La mayoría de los problemas que confrontan al estudiante y al ejecutante promedio se pueden resolver mediante el tipo de concentración mental que se obtiene a través del hábito de recolectar los pensamientos y enfocarlos en un punto hasta obtener un resultado real.
Al preparar un pasaje para ser ejecutado en público el alumno debería de esforzarse en mantener en la mente la forma final en la que el pasaje será interpretado. Por ello, él no ganará nada practicando el pasaje de otra forma. La idea, que sorprendentemente proponen algunos maestros que por lo demás pueden ser buenos, de practicar las obras de formas en las que finalmente no van a ser tocadas me ha parecido siempre rídicula. Algunos maestros les dicen a sus alumnos que no tomen en cuenta el fraseo, el pedal, los signos de expresión, etc. Es fácil ver que el alumno puede desarrollar por medio de la concentración cualquiera de esos aspectos al darle a cada uno una atención especial, pero al mismo tiempo él debe de entender que al tocar un sólo compás se requiere hacer no sólamente una cosa sino controlar muchos aspectos a la vez. Esta es una de las cosas que hacen el estudio de la música tan fascinante. A la mente se le da un breve momento para ejecutar un número de diferentes acciones y éstas deben de ser tocadas con perfección en cuanto a los detalles digitales, una apreciación fina de los valores artísticos y una correspondencia con el resto de la obra. El pintor puede pararse ante su caballete por meses pintando, pintando, pintando, borrando un color aquí y añadiendo una línea allá, pero tiene toda la eternidad para completar su trabajo si así lo desea. El lienzo del músico ejecutante es la atención que le proporciona su oyente. El debe de pintar a una velocidad asombrosamente rápida y su mente debe de estar entrendada para pensar a una velocidad que no se le exige a ningún otro artista con excepción tal vez del actor. Esta sóla razón debería de mostrar la necesidad de la concentración en el estudio y que el alumno comprenda lo importante que es ésta para progresar.
Encuentro alumnos que aprenden y producen por completo las notas de una obra y esperan que de alguna forma misteriosa van a poder producir todos los detalles finos de fraseo, acentuación, pedal y tempo correcto, al momento de tocar, sin haberse concentrado cuidadosamente en esos aspectos antes de la hora del concierto. Antes de que el alumno permita que su trabajo de ejecución llegue a los oídos de su audiencia él debe de haber estudiado no sólo todos los ángulos y partes de la obra, sino debe de haberla tocado muchas, muchas veces de la forma en la que él quiere tocarla en su máxima interpretación. Debe de concentrarse en su trabajo de tal manera que se siente al teclado con la mayor confianza y realice una pintura tonal que habrá de dejar una impresión artística permanente en la mente del oyente. Si el alumno puede pensar en el hecho de que cuenta sólo con un breve momento en el cual puede crear una obra maestra en interpretación, con seguridad entenderá que no puede permitirse desperdiciar ningún momento durante sus sesiones de estudio en estar distraído.

 NO INTENTE HACER DEMASIADO A LA VEZ
 Algunos estudiantes intentan aprender toda una composición de una sola vez. Esto por lo general resulta en una sucesión de desastres. El alumno trabaja prodigiosamente y produce nada. Por ejemplo en la Sonata en Re menor de Beethoven (Opus 31 no. 2), existen 232 compases en el primer movimiento. La forma correcta de proceder después de que se ha obtenido una idea general del movimiento por medio de un rápido examen de la pieza es tomar, digamos unos ocho compases, que aparecen así:
Diran que es algo sencillo, pero hagamos un pequeño catálogo de todas las cosas que se deben de observar en este pequeño pasaje que toma sólo unos segundos en tocarse. Considerándolos en orden uno debe de aprender:
Setenta y tres notas. 
Trece señales de fraseo. 
Tres indicaciones de tempo.
Tres importantes señales de pedal.
Dieciseis indicaciones de algún tipo de toque.
Nueve indicaciones de dinámica.
Veintitres digitaciones señaladas por algún cuidadoso editor.
Dos pausas importantes.
Un adorno que debe de interpretarse apropiadamente. ¡Y todo en sólo ocho compases! Y sin embargo el alumno ha rozado sólamente la superficie de lo que se requiere. El también debe de estudiar la naturaleza del fraseo no indicada en las señales de fraseo; debe de saber como tocar el arpegio inicial; debe de notar la extensión del tema principal antes de que el segundo tema se introduzca; el hecho es que hay muchas cosas que se deben de considerar todavía en este pequeño pasaje de ocho compases. Algunas personas tiene el don de observar, comprender y arreglar estos detalles técnicos y artísticos de forma tal que son capaces de hacer la obra en un periodo de tiempo mucho más corto. Estas personas son las que han aprendido a concentrarse.

COMO LA CONCENTRACION AYUDA A LA MEMORIZACION
 La concentración ayuda enormemente a memorizar - realmente parece poco necesario resaltar este hecho tan obvio. Un pequeño recurso que he empleado para memorizar puede ser de ayuda para el estudiante. Al estudiar una nueva frase con la idea de retenerla mentalmente uno debería de no sólamente estudiar esa frase sino también parte de la frase anterior. El actor al estudiar sus partes le da mucha importancia a sus señales de entrada. Aprende las últimas palabras del discurso anterior de manera que al oírlas sus propias líneas surgen automáticamente - esto es, sin pensarlo demasiado. Al memorizar, yo aplico un método similar que parece ayudarme inmensamente en obras complicadas. Al estudiar un anueva frase siempre comienzo a la mitad de la frase anterior. Por ejemplo, en una sección de la sonata a la que ya nos referimos encontramos estas dos frases:

Al memorizar la segunda frase yo la estudiaría de la siguiente manera:

Esto le proporciona a la memoria musical la misma ayuda que la que un actor recibe para su seguridad al recitar sus líneas en un escenario.
Mucho se puede ganar al observar los dedos en el teclado. Por supuesto que esto se refiere sólamente a la obra que el pianista puede tocar de memoria. Puede ser necesario que al principio el alumno practique con sus ojos lejos del piano, pero después de que él ha ganado un sentido de localización táctil encontrará que sus ojos le ayudarán mucho para obtener precisión. Un famoso virtuoso, uno de los más grandes, siempre mantiene sus ojos puestos en las teclas. El estudiante superficial podrá pensar que esto hace que la ejecución del virtuoso sea artificial y sin el abandono del antiguo tipo de pianista, quien ponía sus ojos en el cielo y sus dedos en las notas equivocadas. Sin embargo, hay algo en la atracción del teclado que se vuelve casi hipnótico y el ojo aprende a hacer que la ejecución sea más definida, más segura, mientras que al mismo tiempo la imaginación poética del intérprete no pierde nada de su fantasía.


 (Traducción: Eliud Nevárez)

Interpretaciones de Olga Samaroff:


BACH



LISZT




CHOPIN












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