Entrevista de Margaret Throsby del 29 de octubre del 2012 para Classical Music
Antes de su debut en Australia, el pianista habla sobre su lesión, la depresión y porque los músicos de jazz "avergüenzan" a sus colegas clásicos.
Murray Perahia |
Todos tenemos nuestros héroes musicales - los cantantes cuyas voces preferimos sobre todas las demás, los instrumentistas que idolatramos. Cuando se trata de pianistas hay un campo enorme de donde escoger - la llegada del sonido grabado hace más de cien años nos ha permitido escuchar a lo largo del siglo 20. El cual, a partir de Rachmaninov, produjo gigantes del teclado como Schnabel, Gilels, Arrau, Horowitz, Cortot, Richter. La lista es larga, y más cerca de nuestros días podríamos incluir a Argerich, Pollini, Brendel, Lang Lang y Kissin.
Para mí, Murray Perahia, el hombre conocido como el "poeta del piano", está en la parte más alta del árbol - sin embargo, nunca había tenido la oportunidad de escucharlo en una sala de conciertos. Tal vez su nombre no se conozca tanto en Australia como debería de conocerse: nunca ha estado aquí, aunque se espera mucho que haga su debut en el 2013. Hasta entonces, tenemos sus grabaciones para conocerlo, y hay muchas de éstas, las cuales abarcan una amplia gama del repertorio: desde Chopin a Beethoven, y de Bach a Handel, Mozart, Mendelssohn y Brahms. Mi favorito de todos los tiempos es un CD que incluye su incomparable interpretación de una colección de Canciones sin palabras de Mendelssohn.
Así que cuando surgió la oportunidad de entrevistar a Perahia durante un viaje reciente a Londres, no la dejé pasar. Yo estaba un poco nerviosa. Mi investigación previa sobre el pianista revelaba a un hombre no muy interesado en ser entrevistado; adjetivos como "moderado" y "distante" surgen en diversos perfiles, por lo que fue con cierto escepticismo que el productor Lucas Burns y yo nos presentamos en la casa del pianista en el norte de Londres uno mañana fresca en noviembre pasado. El taxista, al oír que íbamos de entrevistar a un famoso músico, preguntó si se trataba de Paul McCartney, que vive dos puertas más abajo en una gran casa detrás de una pared alta.
La casa de Perahia es encantadora, pintada de blanco con una puerta azul brillante. Las fotografías de publicidad del pianista muestran un rostro joven, guapo y con el pelo recto suave que cae sobre su frente. Definitivamente no luce como alguien de 64 años. Todas mis preocupaciones de que pudiera tener una mala acogida hacia una entrevistadora desconocida de la lejana Australia se disiparon al verlo parado en la puerta de su casa con una amplia sonrisa... y en calcetines. Me pregunté si esto quería decir que en esta casa no se usan zapatos. Pero no, él insistió en que nos dejáramos nuestros zapatos mientras nos introducía en su casa a través de un vestíbulo con suelo de mármol.
Es un lugar hermoso. Con muchas partituras apilándose encima de un piano de cola abierto. Nos acomodamos en la mesa del comedor más allá de una elegante cocina con vista a un jardín invernal a través de unas puertas francesas - Perahia señaló que uno de los árboles desnudos tiene más de 500 años de edad ("Estaba aquí en la época de Shakespeare").
Acomodamos los micrófonos y comenzamos la entrevista. Mi primera pregunta: ¿qué había estado tocando antes de que llegáramos? "Bach. Estaba repasando las Suites francesas".
"¿Tocas todos los días?"
"Oh, sí, siempre. Me encanta estar en el piano. No me gusta la monotonía - mucho trabajo de técnica, por lo que no lo hago con demasiada frecuencia, sin embargo sí se necesita en cierta medida. Pero me encanta hacer música".
Y así comenzamos un viaje en la vida de este fascinante hombre, para quien la carrera ocupa un segundo lugar después de la ocupación de ser un músico. La imagen que surgió en la entrevista fue la de un pianista dedicado por completo a la música. Perahia proviene de una familia judía pobre de Brooklyn; su carrera tomó vuelo cuando en 1972, a la edad de 25 años, ganó el Concurso de Piano de Leeds. En cierto modo su vida puede dividirse en "antes de Leeds" y "después de Leeds". De tres conciertos al año saltó a 80; se convirtió en un artista en demanda en todo el mundo.
Antes de Leeds, el joven Murray era una fuerza a tener en cuenta. Cuando era un pequeño niño, iba con su padre todos los sábados por la noche a la Metropolitan Opera.
"Mi madre no iba a la ópera ya que la música la aburría. Ella todavía se aburre con la música - ¡y ella tiene 98 años! Pero yo escuchaba una ópera italiana cada sábado por la noche y me encantaba. Solía cantarle de nuevo las arias a mi padre en un italiano inventado. Atendí religiosamente la ópera entre las edades de cuatro a seis años cada sábado por la noche. No me sentaba en el regazo de mi padre; tenía un asiento y podía ver lo que estaba pasando. No podía entender las tramas - ¡y sigo sin entenderlas! Es el poder de la música lo que aún me atrapa." Perahia rió al contar esta historia, que fue la primera de las muchas anécdotas divertidas que provocaron la risa en nuestra conversación.
Esta anécdota da un indicio de la importancia que tiene el canto en la forma de hacer música de Perahia. Él es reconocido por el tono cantante que hace cuando toca, algo que él atribuye a ese temprano amor por las óperas que vio de niño, así como a su experiencia al cantar en el coro de la sinagoga local de la familia y como solista en bodas y otras celebraciones. El niño mostró un talento temprano como pianista y por ello le compraron un pequeño piano en la tienda Macy’s.
"Más tarde conseguimos un piano adecuado, aunque todavía era uno pequeño. De inmediato lo toqué; me encantaba tocar y me encantaba improvisar, que es algo que he dejado de hacer. Pero no me gustaba practicar, detestaba hacerlo y hasta que tuve 15 años nunca practicaba".
¿De qué manera pueden los estudiantes de piano superar una aversión a la práctica?
"Bueno, yo creo que es algo que siempre debería de ser divertido. En otras palabras: tratar de pensar musicalmente, de pensar en frases, tratar de incorporar el trabajo técnico en el trabajo musical; pienso que así se puede pasar un buen rato".
Perahia cuenta la historia de cuando lo llevaron a ver al pianista de jazz Erroll Garner. Después del espectáculo le presentaron a Garner, a quien le dijo: "Su música es muy parecida a la de Bartók y Debussy", a lo que respondió Garner, "¡Hombre, no conozco esos gatos!" Murray tenía ocho años en ese entonces.
Rudolf Serkin |
Su asociación con el legendario Vladimir Horowitz es una parte "inolvidable" de su vida. Él me contó la historia de su primer encuentro. Perahia había atendido un campo de música a cargo de Rudolf Serkin en el Festival de Marlboro, y Serkin, al observar el prodigioso talento del joven de 18 años de edad, sugirió que trabajara con su buen amigo Horowitz. Se comprometió a ponerlos en contacto. Pasaron los meses y no pasó nada hasta que un día el teléfono sonó en la residencia Perahia. Murray respondió.
"Me gustaría hablar con el señor Perahia," dijo la voz en el otro extremo.
"Espera", dijo Murray, pensando que la persona que llamaba quería hablar con su padre.
"No, yo quiero hablar con Murray Perahia. Este es el Sr. Horowitz ".
Murray comenzó a reírse mientras recordaba la conversación. "En mi barrio todo el mundo podía ser un Sr. Horowitz. Yo pensaba que era el panadero. Pensé que había tomado demasiados dulces y que iba a hacerme pagar por ellos. Y él dijo: ‘Creo que usted tiene una idea equivocada; soy el amigo del señor Serkin’. Tragué saliva cuando dijo que quería oírme tocar. Para hacer la historia corta yo tocaba para él la noche siguiente".
Horowitz quedó lo suficientemente impresionado con lo que escuchó - una Suite Francesa de Bach - e invitó a Perahia a estudiar con él. Pero eso significaba un compromiso de dos años y el pago de una suma considerable de dinero por adelantado, algo que los Perahias no podían permitirse, por lo que tuvieron que dejar pasar la oferta.
Vladimir Horowitz |
Pero ese no fue el final de la historia. Años después, cuando Perahia tenía unos cuarenta años, se encontraron de nuevo y Horowitz empezó a darle consejos. Uno de los cuales se quedó en la mente de Perahia: "Para ser más que un virtuoso, primero tienes que ser un virtuoso". Es decir, que él debía trabajar en un repertorio de obras que, en ese momento, no conocía mucho – paráfrasis de Liszt, estudios de Chopin, Scriabin, Rachmaninov - la música para piano de virtuosismo realmente difícil.
"Se obtiene una visión mayor, el piano se convierte de cierta forma en una orquesta. Se tiene más flexibilidad, y mayores posibilidades. Y entonces eso te da más recursos - colores que puede uno utilizar o no - cuando se toca a compositores como Bach, Beethoven o Mozart ".
Recordé haber leído que Liszt era otro maestro que insistía que sus alumnos hicieran cantar al piano. ¿Es lo mismo al tocar Liszt que al interpretar obras más pequeñas como lo son las Canciones sin palabras de Mendelssohn, por ejemplo?
"Es una cosa muy diferente, cantar en Liszt que cantar en Mendelssohn. En Mendelssohn es algo tan natural; no es un canto operístico, ni para un gran escenario, se parece más a la manera en cómo se cantaría en un preludio coral de Bach. "
¿Está en el toque?
"Sí, está en el toque. Es algo instintivo; no se puede tener una receta".
Cualquier pianista le dirá que la resistencia física y la fuerza son herramientas esenciales de su oficio. Hace algún tiempo Perahia sufrió una devastadora lesión en el pulgar. En realidad, fue una infección que no se curó adecuadamente cuando dejó de tomar los antibióticos prescritos a causa de una apretada agenda de conciertos. La infección lo obligó a dejar de tocar.
"Fue una pesadilla. Esto significó alrededor de un año en mi vida en que no pude tocar. Fue un periodo terrible. No soy propenso a la depresión - en general soy una persona feliz y optimista - pero podría decir que casi caí en una depresión".
Perahia pasó este período de descanso forzoso estudiando y analizando partituras. Él ha sido influenciado profundamente por el analista musical Heinrich Schenker, quien desarrolló una teoría que explica cómo una pieza de música tonal está unificada a partir de un contrapunto y un bajo cifrado. Perahia lamenta el hecho de que hoy en día los estudiantes de música no necesariamente aprenden estos fundamentos.
"Sabe, pienso que como músicos clásicos nos sentimos avergonzados por los músicos de jazz, porque ellos los conocen mucho mejor que nosotros. Ellos saben su armonía de una manera que los músicos clásicos ni se imaginan. ¡Algunos violinistas ni siquiera saben en qué tonalidad están tocando!"
La conversación da un giro hacia la dirección. Perahia es Director Principal Invitado de la Academia de San Martín en los Campos, y ha viajado extensamente con la orquesta. Él dirige desde el piano en conciertos, y desde el podio en sinfonías.
Hablamos sobre el sorprendente fenómeno de directores diferentes que producen diferentes sonidos de las mismas orquestas.
"No tengo ni idea de por qué, pero es una de esas cosas mágicas. Cuando llevaba la clase de dirección había unas cinco o seis personas que estudiaban esa especialidad y hubo un periodo cuando dirigíamos en frente de una orquesta y cada uno de nosotros producía un sonido diferente. ¡Es algo extraordinario! Todo pianista tiene un sonido diferente, pero ¿cada director?"
Perahia me contó la increíble historia de la Filarmónica de Berlín tocando bajo la dirección de Herbert von Karajan. El de los timbales estaba estudiando la partitura y de repente se percató que el sonido cambiaba, volviéndose más oscuro, más intenso, y más vibrante. Notó que Karajan no estaba haciendo nada diferente, y él simplemente no podía entenderlo. Entonces se fijó que en el fondo de la sala Wilhelm Furtwängler - uno de los más grandes directores sinfónicos y de ópera del siglo 20 - había entrado. La mera presencia de otro venerado director fue suficiente para cambiar el sonido de la orquesta. Es una vieja historia y Perahia todavía se siente incrédulo.
Pero él no está dispuesto a tratar de describir el sonido que despierta en su orquesta, y de cualquier forma, la dirección ocupa un segundo lugar con respecto al piano.
Este maravilloso y humilde pianista, que en un tiempo fue un frecuente colaborador de música de cámara de Pablo Casals y acompañante de Peter Pears, vive una vida inmersa en la música: el estudio y la interpretación de la música. "La música abre un mundo diferente para todos nosotros. Es un mundo más perfecto, por lo que puedo ver, porque las alegrías y los sueños de uno se pueden vivir, las disonancias se pueden resolver, y esto no sucede en la vida normal.
"Soy un pianista", dice con sencillez. "Me encanta el piano - mi reto está ahí."