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jueves, 28 de marzo de 2013

CONSEJOS DE HORACIO GUTIERREZ PARA PIANISTAS


METODO DE ACTUACION EN EL TECLADO
(Traducción de un artículo de Lesley Valdes)

Horacio Gutierrez
Cualquiera que haya escuchado a Horacio Gutiérrez lidiar con las fuertes disonancias y con los difíciles intervalos de la Séptima Sonata de Prokofiev, o con las intimidantes demandas técnicas del tercer concierto para piano de Rachmaninoff, sin duda estará convencido que este pianista es un brillante virtuoso, con técnica para repartir. Sin embargo, una reciente interpretación del segundo concierto para piano de Chopin con la Filarmónica de Nueva York, dejo ver el lado poético del pianista, su preocupación por el color tonal, el rubato, y los elusivos ritmos de mazurca que Chopin tejió en esta obra temprana. “Fue un tremendo desafío,” dice Gutiérrez del concierto de Chopin que aprendió hace menos de un año. “Ya que una de las cosas sobre las soy muy serio es la cuestión del estilo –lo que hace que una pieza suene idiomática. Tiene que ver con el fraseo, el toque, con la articulación del ritmo, con el pedal. Chopin, Liszt, Beethoven – cada uno tiene su forma propia de decir algo, con su propio acento.
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“Por ejemplo, el Gaspard de la Nuit de Ravel requiere un estilo de virtuosismo al igual que la sonata en si menor de Liszt, pero el Gaspard necesita una ligereza, una articulación diferente que la del dramático Liszt.

“Yo estoy obsesionado por estas cosas. Mi meta es ser tan convincente en tantos estilos como pueda. Soy un aficionado del cine y del teatro y pienso que allí existe un paralelo. Para tocar correctamente el estilo de un compositor debes de ser como un actor: preparado para cambiar la mano, los músculos, los procesos mentales y emocionales.”

La referencia del pianista a la actuación es el resultado de una meditación a conciencia sobre el tema. En alguna ocasión él se sentó en una clase de actuación dada por el celebre Lee Strassberg. “Me impresionó mucho una cosa que él dijo, que el cuerpo de un actor debería de ser como los dedos de un pianista. Siempre he sentido que todas las artes de ejecución están interconectadas. Yo creo que todas tienen que ver con el sentimiento al máximo. Y cuando interpretamos como pianistas –esto es, cuando todo sale inmejorablemente- nos encontramos ‘dentro’ de una obra, del mismo modo que un actor en un papel.
“Al intentar recrear la música de la forma en que el compositor la idealizó en su mente, la pieza debería de fluir de nuestro interior, como si nosotros mismos la estuviésemos componiendo. Para poder hacer esto, uno debe de acercarse a cada compositor de manera diferente: no sólo intelectualmente, sino en el toque, pedal, peso del brazo, que tan alto se levantan los dedos.





“En Brahms, la sonoridad de los ricos acordes ligados requieren una técnica diferente que los acordes en Rachmaninoff, los cuales están más en la tradición de Liszt: requiriendo un toque más definido e incisivo. El toque para Chopin es completamente diferente del que se necesita para Prokofiev, cuyos pasajes percutidos requieren un dedo más puntiagudo y mayor participación de toda la mano. Para poder obtener el legato que uno quiere en Chopin, uno debe de usar una relajada mano y un toque muy fino.
“Uno también debe de trabajar con lo que es natural físicamente para cada compositor. Por ejemplo, antes de Chopin, la posición de la mano usada por muchos pianistas ponía a los dedos apuntando más o menos en la misma dirección que la del antebrazo. Chopin cambió por completo la técnica pianística; en el primero de sus Etudes, la muñeca debe moverse de tal manera que la mano se incline hacia la derecha. Puedes tocar Mozart sin hacer esa inclinación, pero para obtener el sonido apropiado para Chopin debe usarse la abertura de la mano. En Chopin también encontramos que los dedos cuarto y quinto toman papeles melódicos importantes.”


Todas estas consideraciones juegan un papel importante cuando Gutiérrez se sienta a estudiar una pieza. Sobre el Concierto de Chopin hizo varias importantes observaciones.
Deteniéndose en el compás 72 del Larghetto el pianista remarcó que a diferencia de las figuras rápidas y elaboradas  que se encuentran en compositores como Liszt (cuya música él admira), ni una sola nota en Chopin puede omitirse, ser considerada extraña, o como “efecto especial.” “Y aquí [en el compás 77], esa no es una ornamentación rápida, es una melodía,” dijo Gutiérrez de las figuras de triples corcheas de la mano derecha que cubren dos tiempos.

La música de Chopin está llena de ese tipo de ornamentos melódicos, dice Gutiérrez, pero sus melodías más sencillas son igual de difíciles debido a la cadencia de “sus altibajos.” Para capturar la intención de Chopin uno necesita tener el más hábil rubato – una mano derecha que se alarga y canta libremente sobre un bajo estable.
“No es música a la que sea fácil cuadrarse. Alguna música tiene un pulso tan firme que uno puede tocarla aunque no se tenga ganas. Por ejemplo el pulso en Beethoven, a veces, simplemente te lleva; pero el rubato de Chopin – tiene uno que esforzarse para lograrlo, tiene un que controlarlo. ¡Y es muy difícil de practicar!
“Tiene que cantarse. Rubinstein dijo una vez que con Chopin debe uno cantar desde el estomago, desde el corazón, y desde la cabeza,” recuerda Gutiérrez, señalando que al igual que Mozart, Chopin se vio influenciado por su amor a la opera.
“Hacer que Chopin cante va más allá de sólo tocar con un hermoso tono. Ello requiere conocer como respiran los cantantes, saber imitar la forma como ellos alcanzan una nota alta. Rubinstein no siempre tocaba con un legato perfecto, pero su entendimiento de cómo un cantante interpreta era extraordinario.”

Gutiérrez ríe cuando se le pregunta sobre que partes del concierto encuentra más difíciles – el majestuoso primer movimiento, el nocturno con recitativo del segundo movimiento, o el danzante allegro vivace en el final. “Todo ello. Chopin es un romántico que tiene un fuerte vínculo con los clásicos, sabes. Y esto quiere decir que cada nota, cada parte de la estructura, debe tener el balance y la proporción correctas en color así como en ritmo. Con respecto al rubato, uno debe de saber que tanta libertad tomar; demasiada o muy poca y no funciona. Entonces, después de todo la reflexión y el trabajo, la música debe de salir inspirada, espontanea. Debería de haber sólo la libertad suficiente para que el perfume se escape.”
Gutiérrez añade que a diferencia de Beethoven, quien con el tiempo escribió cada vez más instrucciones en su música, Chopin espera que el interprete conozca cada vez más sus intenciones.
A final de cuentas, no importa cuanto estudie uno una partitura, como un buen actor “debe uno de sacar de su interior el estilo correcto de ejecución. Uno debe poner todo su ser en cada momento de la música para intentar descubrir el mensaje. Algo especial pasa cuando Rudolf Serkin toca Beethoven, cuando Karajan dirige Brahms, o cuando Horowitz interpreta a Rachmaninoff, y viene de la convicción interior de que ellos no han escatimado esfuerzo alguno para entender la música. Esta les habla a ellos, emocionalmente.
“Debemos de recordar que la música usa todos nuestros sentimientos: amor, odio, envidia, felicidad. Así que cuando interpretamos nos estamos usando a nosotros mismos. Seguro, la música esta allí, pero la música es también sobre estos sentimientos. Todos nosotros los tenemos, pero los compositores son genios que son capaces de expresarlos en formas inimitables.”

(traducción por Eliud Nevárez Arrazate del artículo publicado en la revista Keyboard Classics)


Algunas interpretaciones de Horacio Gutiérrez:



Franz Liszt




Prokofiev




Rachmaninoff